Joanes Molina, también conocido por "Juantxo" a pocos metros de la casa de su madre, en el Paseo del Redín, lugar donde fue herido el 15 de Junio de 1994 por la Policía Nacional. Perdió el ojo izquierdo por un pelotazo de goma lanzado a poca distancia. Tenía 16 años y en el juicio celebrado no pudo identificar al agresor. Además los testigos de los hechos fueron rechazados por tener la misma ideología política que el agredido, hecho difícil de explicar puesto que a Joanes jamás se le preguntó por ideología alguna. Hace 9 meses, en una carta abierta explicó su vivencia que tituló: "Mi pequeña historia".
Mi pequeña historia.
No soy muy dado a contar este pasaje de mi vida, de hecho muy pocas personas que me hayan conocido desde que pasó me han oído contarles nada. Supongo que es de esas cosas que decides guardar muy dentro de ti para toda la vida. Este Junio se cumplen 18 años del suceso y aún lo sigo recordando como si fuera ayer. Caprichos de la memoria, supongo. Como decía, esto ocurrió en Junio de 1994. No recuerdo la fecha exacta y tampoco me importa. Era Junio, habían acabado las clases, tenía 16 años y estaban intentando desalojar el gaztetxe Euskal Jai. Recuerdo que hubo una manifestación y que se sucedieron las cargas en el casco viejo. Había mucho policía por las calles y decidí esperar a que se tranquilizara el tema para volver a mi casa, ya que por aquel entonces vivía en el caso viejo. Un amigo se ofreció a acompañarme a casa, pero le dije que no hacía falta, ya había tenido que sortear unas cuantas veces los disturbios que se originaban a menudo en nuestras calles. Estaba anocheciendo y todo se veía más calmado. Una vez llegué a mi calle se dio una carga de la policía que me hizo correr, fruto de la adrenalina pasé de largo mi portal pensando que no me daría tiempo a sacar las llaves y entrar. Tras unos minutos en los que todo parecía tranquilo, decidí volver a casa. Cuando llegaba, me encontré a mi hermano asomado a la ventana de casa. Hablé un poco con él y le dije que subía ya (el portal estaba calle arriba), con tan mala suerte que cuando me acercaba al portal, unos policías antidisturbios se acercaban escondidos entre los coches. Normalmente solían ir por el medio de las calles, y se les veía de lejos, pero estos estaban muy cerca y no me daba tiempo a llegar a casa, con lo que volví a huir, pero me topé con otros policías que venían de frente. Estaba atrapado entre dos grupos de policías. Recuerdo que estuve años dándole vueltas a las decisiones que tomé aquella noche, pude haber llegado un minuto antes a casa, no haber hablado con mi hermano o coger otra dirección en mi huida. Pero con el tiempo entendí que no había marcha atrás y que por más vueltas que le diera no iba a cambiar el pasado. Yo estaba entre dos coches escondido y había un par de chavales más mayores en mi misma situación escondidos entre otros coches. No sabía que hacer y los policías iban mirando entre y debajo de los coches. Así que cuando ya estaban muy cerca de mí, decidí correr hacia un parque cercano que estaba enfrente. Si llegaba, podría escapar por la zona amurallada y ya vería como volver a casa más tarde. Salí corriendo y en pocos segundos escuché un pelotazo que por suerte no me dio, así que seguí corriendo hasta que note un fogonazo y todo se volvió blanco.
Recobré el conocimiento siendo arrastrado por la hierba. Una mano me tenía cogida la camiseta por la espalda y me dejó junto a la acera. Estaba desorientado, con la camiseta llena de sangre y no veía nada del ojo izquierdo. Instintivamente me llevé la mano a la cara y tenía todo hinchado y sangrando. En algún momento vomité debido al malestar que sentía. En esos momentos me vino un policía a hablar, estaba sentado en la acera rodeado por ellos y me empezó a decir algo tal que así:
- ¿Ves para que sirve vuestra lucha? Mira lo que te ha pasado.
A lo que le respondí que yo no había hecho nada, que vivía en el barrio y que volvía a casa. Me pidieron el DNI y lo comprobaron, y una policía dijo “Vive al lado, ¿llamamos a su casa?”. Pero su superior le dijo que no, que llamaran a una ambulancia.
No sé el tiempo que estuve en esa situación, pero creo que la ambulancia tardó mucho en llegar. Sí que recuerdo discutir bastante con el policía que estaba empeñado en decir que todo esto era culpa mía y yo le insistía que no había hecho nada. Así que al rato debieron de cambiar de estrategia y vino otro policía a hablar conmigo. Este era el “poli bueno” y me empezó a contar que me habían encontrado tirado en el suelo, que me había pegado una pedrada “uno de los míos” y que habían llamado a una ambulancia. A día de hoy sigo dándole vueltas a esa conversación. ¿De verdad ese policía creía que le iba a creerme esa historia? Bueno, supongo que debía estar en estado de shock.
Una vez llegó la ambulancia, recuerdo que me quería dormir y que no me rompieran la camiseta, pero no conseguí ninguna de mis dos peticiones. Una vez en el hospital vi a mi madre llorar, le dije que no lo hiciera, que yo estaba bien y que veía bien por el otro ojo. Me sentí fatal por ver a mi madre en esa situación. Estuve toda la noche en la UCI sin poder dormir, boca arriba y sintiendo cada pocos minutos como un hilillo de sangre iba cayendo por mi mejilla. Posiblemente la noche más larga de mi vida. Aún estando en esa situación no debí de perder el sentido del humor, ya que recuerdo reírme al ver al abuelo de al lado sujetarse a la pierna de la pobre enfermera de guardia en lugar de a la cama.
Al día siguiente me operaron y comprendí la gravedad del asunto. El parte médico decía que tenía fractura de pómulo, estallido del globo ocular izquierdo y una burbuja de aire en el cerebro. No podía apenas abrir la boca y tenías la cara entre morada y amarilla, supongo que debía de dar mucha impresión verme así, porque recuerdo perfectamente como le cambiaba la expresión de la cara a quien venía a visitarme. Estuve unas 2 semanas ingresado sin poder comer nada sólido. Sé que en urgencias le dijeron a mi madre que si el golpe hubiera sido unos centímetros más hacia el oído podría haber sido fatal. Esto lo supe yo años después. Paradójicamente guardo muy buenos recuerdos de esos días y nunca podré agradecer lo suficiente a la gente el apoyo que me dio. Los amigos, la familia y mucha gente que apenas me conocía vinieron a ver cómo estaba, pasaron noche junto a mi o me trajeron flores, bombones y hasta algún que otro comic... Supongo que es en esos momentos donde se ve quién merece la pena. Gracias, de verdad. Puede que no os haya sabido trasmitir mi agradecimiento y espero que estas líneas lo puedan hacer. Os tengo muy guardados dentro de mí.
Ese verano de 1994 fue el verano en que mi edad del pavo se acabó para siempre. No tuve que volver a operarme ya que la burbuja del cerebro se absorbió por sí misma y el hueso se quedó en su sitio. Pero con el tema del ojo estuve años a vueltas. Los primeros meses con cuidados continuos y cuando la zona se fue quedando mejor, empezó el tema de la prótesis, aunque yo siempre la he llamado lentilla. Continuos viajes a Bilbao a una clínica y empezar a vivir sin la visión de un ojo. Desde fuera supongo que parecerá una tontería, pero creedme, cuesta acostumbrarse, medir las distancias, hacerse a la idea del espacio, cosas tan sencillas como coger la bici o sacarme el carnet de conducir me costaron su tiempo. Y luego está el tema estético. Durante años estuve convencido de que nunca le podría gustar a nadie, me negaba a mirarme en el espejo porque me daba miedo lo que veía. Unas gafas de sol me acompañaron los primeros años. Incluso alguna noche que salí con mis amigos, lo que me conllevó aguantar unas cuantas gracias por parte de la gente que desconocía el motivo de aquellas grandes gafas oscuras. Por suerte el tiempo esa vez no me dio la razón y pude salir adelante y recuperar mi autoestima, no sin alguna noche en vela en el camino.
El tema jurídico lo llevo mi madre y no tengo todos los detalles ya que era un crío y realmente me superaba, pero sí que os puedo contar un poco en líneas generales cómo fue. Como no pude identificar al agente que disparó, no podíamos denunciarle por la vía penal. Cualquiera que vea un policía con el equipo de antidisturbios entenderá que no tienes nada que hacer en ese aspecto, ya que no suelen ir identificados y van con la cara tapada. Por eso fuimos por la vía civil contra el estado por ser el responsable directo de la policía. La policía cambió su versión de los hechos en una o dos ocasiones y lo último que declararon fue que me encontraron mientras ellos se retiraban debido a los graves disturbios que había por la zona. Vamos, que me auxiliaron mientras se retiraban. Me habían encontrado tirado según su versión. Ya ves, de agresores a rescatadores, lo raro es que no recibieran alguna medalla mis héroes. Yo llevaba 3 testigos, vecinos de la calle donde ocurrió todo que vieron desde sus ventanas cómo salía yo corriendo y la policía disparaba. Las ramas de un árbol impedían ver el momento exacto en que caía pero sí que vieron que la policía me disparaba. Al juez le debieron de parecer mal esos testigos ya que parece ser que todos entraban en uno de estos grupos: Ser vecinos míos, ser de mi edad o ser de mi corriente ideológica. Por esos motivos el señor juez no les daba mucho crédito. A día de hoy sigo sin saber cómo sabe un juez qué corriente ideológica puede tener un crío de 16 años o sus vecinos a los que no conoce de nada y por supuesto que es evidente que un testigo de algo así tiene que ser vecino, ya que los hechos ocurrieron sobre las 10 de la noche. Además buscó constantemente contradicciones en mi declaración
Supongo que es lo que tiene no haber declarado nada en la vida, que no das los detalles tan bien como exige un juicio. En todo momento me hicieron sentir más como el culpable de algo en lugar de la víctima. En el parte médico se decía que la herida había sido hecha de forma limpia (no había restos de nada ni cortes) por lo que en principio se descartaba una piedra o una caída, pero claro, tampoco podían asegurar que hubiera sido una pelota de goma, con lo que tampoco sirvió de mucho el informe.
Recuerdo que recurrimos todas las veces que nos permitió la justicia y que no sirvió para nada. Los testigos, el parte médico y mi declaración no eran suficientes. Así que, años después, decidí olvidar el tema y seguir adelante. Hasta que hoy he visto el caso de varias personas que han perdido un ojo por pelotas disparadas por los Mossos de Escuadra. Ellos se han mostrado al mundo sin sus prótesis para mostrar lo que hay detrás de cada pelota de goma, un acto que me ha parecido muy valiente. Desde aquí toda mi solidaridad para ellos y para quienes han sufrido la violencia de la policía en primera persona, a Xuban Nafarrete recientemente herido en Gazteiz y a Iñigo Cabacas que tras un partido del Athletic de Bilbao recibió un pelotazo en la cabeza y a tantos y tantos heridos durante años que han permanecido en silencio con su sufrimiento y su propia historia. Sé lo que habéis sufrido pero también sé que se puede salir adelante. No estáis solos, hay mucha gente dispuesta a ayudaros. No lo olvidéis.
A día de hoy no guardo odio para quienes me hicieron esto, no merece la pena vivir odiando a nadie, lo que pasó, pasó, y hay que superarlo. Pero sí que me apetecía contaros lo que ocurrió realmente y que pueda servir para que no le pase a nadie más. Nadie se merece vivir eso y creo que se podría evitar quitando las pelotas de goma del material antidisturbios y haciendo que se investiguen de verdad estos hechos.
Tras escribir estas líneas me he enterado de la muerte de Iñigo. Mi más sentido pésame para su familia y amigos. Iñigo gogoan zaitugu.
Joanes Molina. Iruñea. 9-4-2012.