Fotografía de la serie "Aldea española" de Jesús Mari Arruabarrena.
Como le decía, mi hermano adoraba a Eugene Smith. (…) Emulando a su colega americano, preparó su viaje a España concienzudamente. Quería saber qué quedaba de la España Negra, de la tierra sin pan, del pan y circo. Fue un vecino, brigadista internacional, quien le alentaba, hablándole de miles de personas que vivían en cuevas, de los descendientes de leprosos del Baztán, de los pasiegos, de los percebeiros… Nuestro vecino seguía siendo un agitador y consiguió revolucionar la mente de mi pobre hermano.
Cruzó la frontera francesa poco antes del 2000. A partir de entonces buscó desesperadamente la aldea española, el lugar que le hiciera sentirse en La Deleitosa de mediados del S. XX. A su pesar, encontró un país aparentemente más moderno del que esperaba. “¡Aunque hay que ver qué mentalidad tienen!”, matizaba en una de las pocas cartas que recibimos. “Smith hubiera vuelto a casa. –escribió en una servilleta, en el restop de una autopista-. Los pueblos están vacíos y los han llenado de cemento. Algunas veces veo mujeres de luto y campesinos trabajando con animales, pero los pueblos han muerto. Estoy fotografiando a destiempo. Sólo hay vida en centros comerciales, discotecas…”.
El derrame cerebral de mi hermano ha conseguido que me acerque más a él. Ahora está recuperando el habla. Le gusta recordar lo vivido en España. De manera que poco a poco voy enterándome de más cosas sobre aquel viaje. Cuando tenga información, se la haré llegar.
No sé si el cuaderno y las diapositivas que le envío le servirá de algo. Agradecerle una vez más, don Plubio, su interés en un momento tan delicado.
Cruzó la frontera francesa poco antes del 2000. A partir de entonces buscó desesperadamente la aldea española, el lugar que le hiciera sentirse en La Deleitosa de mediados del S. XX. A su pesar, encontró un país aparentemente más moderno del que esperaba. “¡Aunque hay que ver qué mentalidad tienen!”, matizaba en una de las pocas cartas que recibimos. “Smith hubiera vuelto a casa. –escribió en una servilleta, en el restop de una autopista-. Los pueblos están vacíos y los han llenado de cemento. Algunas veces veo mujeres de luto y campesinos trabajando con animales, pero los pueblos han muerto. Estoy fotografiando a destiempo. Sólo hay vida en centros comerciales, discotecas…”.
El derrame cerebral de mi hermano ha conseguido que me acerque más a él. Ahora está recuperando el habla. Le gusta recordar lo vivido en España. De manera que poco a poco voy enterándome de más cosas sobre aquel viaje. Cuando tenga información, se la haré llegar.
No sé si el cuaderno y las diapositivas que le envío le servirá de algo. Agradecerle una vez más, don Plubio, su interés en un momento tan delicado.
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