domingo, 4 de marzo de 2012

Olor a rancio




Sé que soy un mal navarro y que cuando me muera ni San Fermín ni San Francisco Javier irán a recibirme al cielo al que no creo que vaya. Sé que soy un hereje antinavarro porque además soy un converso. He corrido el encierro y he ido a Javier andando y desde que tengo uso de razón, aunque sea tardía, todo ello me parece una gilipollez.

Ayer me tocó cubrir la Javierada 2012. Lo que si ha cambiado es que ahora es unisex, no te miran mal como antaño cuando ibas con la de las chicas con el único propósito de ligar. Todo lo demás, el bocata en el alto Loiti, la Cruz Roja reventando ampollas y el olor a rancio seguían ahí, ahora más rancio y derechoso si cabe. Un ambiente desagradable que me imagino que dura lo que la peregrinación. Desconozco si todavía los jóvenes se siguen poniendo como chuzos de bar en bar, con la excusa de honrar al co-patrón de Navarra.

Mis Javieradas fueron 4. La primera llegué hasta Liedena y de ahí a Sangüesa en coche. Las 2 siguientes alcancé la meta y pensé que ya había honrado bastante la memoria del santo y que por ahí no me iban a pillar. La última fui diréctamente en autobús con los amigos y las novias a beber en una casa que tenía alguien por allí.

Mis recuerdos también son dispares y eclécticos: Dormir en la una iglesia, un sonoro "Me cago en Dios" que le costo a un peregrino amenazas y gritos de hereje, uno a mi lado haciéndose una paja en el altar, la discoteca que no me acuerdo como se llamaba hasta las cartolas, llena de fieles, potadas y gente meando por las esquinas. Un chico de la ribera que se ahogo y al que vieron por toda Navarra hasta que los bomberos lo sacaron del río... ¡¡¡Qué momentos!!!

Pero la Javierada sigue y parece que hay cantera. Amen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

palabra de dios.te alabamos señor!