Antes que artista, transportista

Entre Burgos y Aranda de Duero.

Acabo de volver de Murcia. El viaje ha sido bastante largo y fatigoso y todo se torció la mañana del jueves, un día antes de ir para allá. Mientras estaba haciendo unos recados me llamó Julián García Olivares, el señor comisario y me dijo: "Joseba, se ha estropeado la furgoneta, tiene rota la dirección y yo no puedo ir a buscarla a pamplona". Una buena putada y la única alternativa que había es que bajase yo con ella, nos reuniríamos en Albacete y de allí a murcia en la furgoneta de un amigo.

Tanto Juli como un servidor sabemos que alquilar una furgoneta de transporte, que vale un pastón, recorta enormemente el beneficio que los dos podemos sacar en estos tinglados. Si hay que ir , se va, el problema es con qué. Con la furgoneta Combo buena ni hablar, se utiliza para llevar al peque, es segura y en casa se necesita. La única alternativa es confiar en la vieja Renault Espress que me regaló mi amigo y fotógrafo Jesús Mari Arruabarrena. Además del peso de la exposición, había que llevar 7 cajas de catálogos que pesan lo suyo, pero nada. Confié "plenamente" en que por lo menos llegaría a pasar Madrid y después en grúa hasta Albacete. Me puse ropa cómoda, un chaldal, una sudadera, un par de coca-colas contra el sueño y a tirar pa'lante.

Estación de servicio cerca de Tarancón.

El punto más crítico del viaje fue sin duda el puerto de Somosierra. A 60 KM/H y con los intermitentes dados para que no me atropellase algún despistado. Se hizo interminable porque la furgonetilla es llaneadora pero no muy buena escaladora. Después del puerto ya solo hubo pequeños repechos hasta llegar a la meta. Eso si a 90 y 100 durante todo el viaje. Al final fueron casi 10 horas de viaje, las lumbares hechas polvo pero conseguí llegar a destino.

Y la cabraloca sigue funcionando. Hoy la he utilizado para trabajar. Ayer paso de los 300.000 kilómetros. La mayor parte los hizo Jesús Mari yendo y viniendo, sacando fotos de un sitio a otro. Igual no los hubiese superado si en el viaje de vuelta no me hubiese perdido en las interminables y mal señalizadas eMes (de mierda) de Madrid. Toda una odisea para contar en un banco al sol dentro de unos años.